Las elecciones para la presidencia del Comité Cívico pro Santa Cruz han despertado un particular interés este año, pues su perfil público y político ha hecho codiciada la función. Tradicionalmente, se decidía dentro de casa con sucesiones pactadas entre los Caballeros del Oriente y Toborochis. Esta organización siempre funcionó como una asociación privada, sin fines políticos, pero en los hechos fue un centro de profusa actividad política. Se arrogó la representación de los cruceños, pero solo unos cuantos grupos vinculados económica e ideológicamente la integraban.
En los últimos días, han circulado varios nombres de potenciales candidatos, algunos de los grupos previstos y otros sorpresivos. Esto puso en riesgo la estabilidad del Comité, pues no solo aparecen los clásicos candidatos, sino otros que representan corrientes diferentes. Si pretende legitimar su representatividad, debe abrirse a otros sectores sociales, pues de lo contrario seguirá en caída.
Es una prueba de fuego para la organización, pues para constituirse en paladines de la democracia, tienen que practicarla en todas sus instancias, en la elección de sus dirigentes y en la ampliación de su base social. No hacerlo es confirmar su carácter elitista, discriminador, racista y antidemocrático.